Blogia
Berk´s

Oscuridad

Oscuridad

Había oscuridad. No era una oscuridad absoluta, sino más bien una oscuridad tenue. El tipo de oscuridad que deja a tu vista acostumbrarse a ella. Había unas siluetas que recortaban la oscuridad tenue y que conforme la vista se acostumbraba se les iban dibujando unos rostros. Había más cosas allí, pero una destacaba: había algo que no cuadraba.
Él había sido un hijo de puta. No uno cualquiera. Él había sido el mayor hijo de puta del estado de Michigan. 259 acusaciones de asesinato. Y eso sólo contando los cadáveres que habían sido encontrados en los tres últimos años. Se sospechaba que había dado muerte a más de ochocientas personas en esos tres años. Su modus operandi era no tener un modus operandi. No discriminaba por raza, sexo o religión. En ese aspecto se podía decir que era un demócrata...
Unas ochocientas víctimas de las más variadas e inimaginables, para una persona mentalmente sana, formas de tortura. Leer los resultados de las autopsias era como adentrarse en el más macabro y abominable museo del horror.
Sin embargo eso no le preocupaba. No le habían descubierto aún. Nadie sabía a ciencia cierta quién era y cómo pararle. Había conseguido desconcertar a todas las fuerzas policiales del estado y del país. Ni siquiera los listos de los federales podían hacer su perfil. Sabía qué clase de hijo de puta era y cuál era el castigo que merecía. También sabía que tarde o temprano le pillarían. O incluso había pensado en entregarse en el momento le aburriera todo aquello. En el momento pudiera mas el tumor en forma de arrepentimiento que iba creciendo dentro de él.
Lo que más le preocupaba en esos momentos eran las figuras, las siluetas. Conforme iban perfilándose los rostros su preocupación iba en aumento. Reconocía las caras a la perfección. Nunca las podría olvidar. Soñaba con ellas casi a diario. Con todas ellas. Con las más de ochocientas. Con sus víctimas.
Le preocupaba saberse despierto. Saber que era imposible a todas luces lo que veía. Si fuera un sueño se habría despertado ya. Nunca había llegado a tenerlos tan cerca. Nunca los había oído murmurar, llamarle por su nombre. Eso descartaba el sueño, muy a su pesar.
Los rostros aparecían ya con toda claridad. Con toda la claridad que aquella oscuridad tenue permitía. Y no había odio en las miradas, ni en los gestos. Eran rostros amables, reconfortantes. Rostros que trasmitían paz, perdón.
Deseaba estar durmiendo, pero no podía estar durmiendo. No podía porque aún llevaba la sangre de la última víctima en su ropa y en sus manos. No podía estar durmiendo, porque recordaba perfectamente como se había desecho del cadáver. Cómo había montado en su coche para volver a su casa, para limpiarse y descansar. No podía estar durmiendo porque recordaba aquella luz que le venía de frente. Aquella luz que precedió a la oscuridad tenue...
Las siluetas le rodeaban por completo. Le llevaban en andas. Le susurraban palabras al oído. Palabras que no oía pero que sentía por todo su cuerpo. La oscuridad iba desapareciendo para dar paso a la luz más majestuosa que jamás había visto.
Entonces lo comprendió y una sensación aterradora invadió su cuerpo: no tenía miedo.

Berkowsky

 

P.D. Fotografía cedida por Esquivando

2 comentarios

Berkowsky -

Ah, según tú muere? ;P

esquivando -

No, si encima le perdonarán y al final irá al cielo el mu cabrón... !!Es un relato real e injusto como la vida misma!!