Blogia
Berk´s

El Cadillac

El Cadillac

El calor apretaba como una soga, sólo que más asfixiante. Afortunadamente su nueva hormigonera tenía aire acondicionado. Era una de las pocas cosas que habían conseguido sacar al mal nacido de Johnson, su jefe desde hacía más de quince años. Aún así, aprovechando que su casa pillaba de camino a la entrega que llevaba en el mortero decidió darle una sorpresa a su mujer y, de paso, refrescarse un poco con una Bud casi granizada.
A unos cien metros se maravilló viendo el Cadillac aparcado en su misma calle. Rojo y descapotable, como él siempre había soñado. Se preguntó de quién podía ser. Quizá de los Stevenson, pensó, ya que ambos trababan en un bufete de abogados, aunque sólo ella era licenciada.
A unos cincuenta metros se percató de que el Cadillac estaba aparcado frente a su casa. ¿A quién conocían que tuviera un Cadillac? A nadie, a no ser que le hubiera tocado la Lotería al bueno de Jimmy. No, se habría enterado ya de eso. Jimmy no es de los que saben guardar secretos.
A unos dos metros vio a un desconocido, de muy buen ver para mas inri, charlando amigablemente con su esposa. Demasiado amigablemente. Desde fuera podía oír las risas, así como verles brindar con cerveza. Con sus cervezas.

- Será zorra. - Masculló para quién quisiera oirle. - Yo me dejo la vida en ese puto camión y ella me lo agradece tirándose al payaso éste. Y que sea el único...

Su mujer y el invitado seguían brindando y riendo ajenos a las miradas y las maldiciones de Brian.

- Mírale, que bien se lo pasa con la golfa de mi mujer... A ver si esto te hace tanta gracia, ¡cabrón!

Se subió a al camión. Lo aproximó al Cadillac y comenzó a vaciar sobre éste todo el hormigón. Una sonrisa psicótica adornaba su cara. Una vez consumada su venganza se marchó. Ahora tendría que pensar cómo explicarle al bastardo de su jefe que la carga no había sido entregada. Seguro que se la hacía pagar de su bolsillo, pero valdría la pena. La única pega era no poder ver la cara del pringado al ver su Cadillac hecho un bloque.
Por la tarde, con la jornada cumplida y varios cientos de dólares menos en su cuenta, volvió a su casa. Seguía cabreado, pero no lo podía demostrar. No quería que nadie supiera, aún, que era el causante de semejante fechoría.
Cuando llegó a la altura de su casa había una grúa retirando el Cadillac. Su mujer. al borde de un ataque de nervios, lloraba como un niño al que su hermano mayor acaba de romper su juguete favorito. Que se joda, pensó.

- Hola cielo. - Dijo Brian. Sus labios besaron a su esposa, pero su mente le estaba escupiendo.
- Hola, cariño. - Contestó Alison entre sollozos. - Ha sido horrible, Dios mío, ha sido horrible.
- Pero, ¿qué ha pasado? ¿De quién es eso?
- Tuyo.
- ¿Mío? - Preguntó estupefacto.
- Sí, cielo, tuyo. Era tu regalo de aniversario. Por aguantarme estos veinte años.
- Pero... - Las palabras se negaban a salir, preferían regodearse en su desgracia y burlarse de él.
- Llevaba varios años ahorrando. Quería que cumplieras uno de tus sueños. Y por fin lo había conseguido. Había reunido suficiente para comprarte un Cadillac descapotable. Rojo. Y esta mañana lo trajeron. Y... Oh, Dios mío, Brian, ha sido horrible. ¿Quién ha podido hacerlo? ¿Qué desalmado ha podido hacer algo así?

Ella seguía llorando sin visos de consuelo. Él se unió a ella. Sólo que él cargaría con ello toda su vida. La estupidez no tiene cura.

R. c. B.

1 comentario

esquivando -

Me has pillao. Menos mal que yo no conduzco hormigoneras... :P